lunes, 21 de marzo de 2022

La buena estrella

Hace cuatro años, cuando un rollizo personaje, desconocido por su labor como congresista, pero famoso por su rol como proveedor de snacks del presidente eterno,  terminaba elegido como máximo mandatario de Colombia, pensé en aquella frase de Fito Paez en su canción "La buena estrella": "Es genial por fin haber tocado fondo, porque ya no se puede bajar mucho más". Era difícil empeorar aquel escenario en el que aquel gordito se enfrentó y venció al gran líder supremo, poseedor de gran sabiduría, incapaz de alguna equivocación y dueño de toda la verdad, aquel dios encarnado en hombre que es Gustavo Petro. Sin embargo, como Mirabel nos lo recordó en aquella versión Disneylandiana de nuestra república bananera, en nuestro país la ficción supera la realidad de formas inesperadas.

Y fue así como terminamos siendo testigos de  aquel cónclave caníbal que resultó la coalición Centro Esperanza, viendo el retorno "triunfal" de Ingrid después de no poderse quedar con nuestros impuestos al perder aquella demanda al estado por su secuestro y la elección, nuevamente del observador de ballenas número uno de Polombia. También vimos  que la destrucción del Centro democrático a manos de su elegido de hace cuatro años, ha hecho que su líder,  el único expresidente que ha estado preso en la historia de nuestra maltrecha república echara ojo por fuera de su bancada para encontrar al sucesor de Ivancito, porque, al parecer, el carisma del Bela Lugosi colombiano no fue suficiente para convencer al presidente eterno. No tardó en encontrarlo en ese paisa dicharachero y enredador, intérprete del acordeón, y ganador de la elección de esa nefasta coalición llamada "Equipo por Colombia" en la que se reunía lo más exclusivo de la derecha del país, incluyendo a uno de los congresistas con más ausentismos, a un vendedor profesional de buses articulados y un heredero de un imperio millonario con una extraña fascinación por las gorras con olor a pecueca y a los enredos amorosos con prófugas de la justicia. También vimos cómo el Pacto Histórico, finjan sorpresa, elegía al primo del "Burro Mocho", para enfrentarse, nuevamente con el candidato del viejito de los Crocs.

Si hace cuatro años en segunda vuelta que había que elegir entre la muerte por guillotina o la muerte por ahorcamiento, ahora las opciones han pasado a escoger entre la bomba de hidrógeno y la caída de un asteroide del tamaño de Texas en el centro de Bogotá (que seguro dejaría un hueco más pequeño que las troneras que se ven ahora en la malla vial de la capital). Petroski 2.0 ha aprendido de sus errores, y ha venido trabajando por su campaña en estos cuatro años, en parte gracias a la magnífica gestión (para él), de aquel cargamaletas con sobrepeso que terminó en el palacio de Nariño. Tanta corrupción, tanto personaje nefasto en su gobierno, y tantos bloopers de nuestro pasante en la presidencia han terminado por catapultar al dios todopoderoso del progresismo colombiano. Empoderado y envalentonado, ha prometido a su electorado terminar con la explotación petrolera, acabar con las EPS, reformar las pensiones, eliminar la pobreza (wow! Que novedad ) y de ñapa, construir un tren eléctrico entre Buenaventura y Santa Marta. No es que lo que prometa no tenga sentido; es claro que el sistema de salud debe mejorar, que cada vez es más difícil  (sino imposible) pensionarse, que hay que apostarle a energías limpias si es que queremos estar vivos para seguir viendo candidatos presidenciales caricaturescos en 2050, y que hay que mejorar la infraestructura del país. Es obvio que esas mejoras hay que hacerlas. Lo inquietante es que nuestro todopoderoso enviado por los creadores del universo, piensa que es mejor que el estado maneje estas cosas. Una mala idea conociendo lo corrupto de nuestra cultura, y con la que seguramente, aquellos que no han podido participar de la repartija de los gobiernos tradicionales que nos han tocado, se deben estar frotando las manos en este momento. Es cierto que se necesita un cambio, pero la realidad es que el corte caudillista y la mala experiencia en la alcaldía de Bogotá del ser más inteligente ofrecido por los dioses hecho candidato ofrece unas dudas más que razonables.

De Fico, no se sabe mucho más acerca de sus propuestas, salvo que no hará (según el) lo que propone Petro. No propone nada, no dice nada y no ofrece nada más que salvar a Colombia del Petrismo y  el castrochavismo (o cualquier nombre que se le quieran inventar ahora). Eso sí, como alcalde de Medellín aparentemente le fue mejor que a Lord Petroski (al menos pudo gobernar su periodo completo). ¿El resto de candidatos? No parece probable que logren sobrevivir a la primera vuelta… pero bueno, es el país de la magia, estamos en Encanto, amanecerá y veremos.

Qué situación de mierda tener que escoger entre lo que se sabe que ya funciona mal, y lo que puede ser que salga bien pero se ve peor. Así parece que vamos a estar. El fin de esta película de terror se verá en dos meses… aunque como van las cosas, más se va a demorar en empezar la elección que en haber un señor berenjenal gracias a las pésimas garantías que ofrece el proceso electoral en Colombia. Ojalá me equivoque.