El sábado
pasado me senté a ver la final de la Champions con la esperanza de ver un
campeón diferente al de las últimas 3 finales. El Liverpool parecía un rival de
temer, con su delantera goleadora, con un Salah imparable, quien dio pelea
hasta el final a Messi y Cristiano por ser el mayor goleador de la temporada, a
un Firmino al que le entraban los goles incluso mirando para otros lados y
pateando con los guayos al revés, y un Mané terrorífico para las aspiraciones
de nuestra selección de pasar a segunda ronda en el mundial, especialmente si
Mina sigue jugando como en el Barcelona. El Real con lo suyo, con sus millones
(de euros y de seguidores), su encopetada nómina, su banca que da para jugar
otro torneo y ganarlo sin despeinarse, la experiencia de dos finales
anteriores, y la suerte que normalmente acompaña a los campeones (independiente
de si los árbitros le ayudaron con o sin intención, si los porteros rivales le
regalaban goles, o si sus ex jugadores se cagaban si le anotaban gol en el
Bernabeu). Me quedé con las ganas de ver al Liverpool levantar la orejona, y
dejar al Madrid viendo un chispero. En otra inusitada dosis de suerte, Salah se
lesionó con una ayudita de Ramos, Karius sacó lo peor de su repertorio para
regalar dos goles y Bale, esa versión humana del trofeo de la Champions, hizo
de Ronaldo (quien hizo su acostumbrada pataleta subesueldos al finalizar el
partido) y metió el gol de su carrera. Se me acabó la pequeña ilusión que
guardaba de que la copa fuera Red y me toco aguantarme que los blancos se alzaran como los únicos
en ganarse la Champions (en este formato) tres veces seguidas, y ver a Zidane (aquel alopécico francés odiado
por media Colombia) convertirse en el único técnico en lograr esta hazaña. No
hubo con qué.
Así me
pasó con los resultados de las elecciones de hoy. Esta mañana me levanté con la
misma sensación de ayer, esperando que los resultados de las elecciones para
presidente trajeran una bella sorpresa. De antemano sabía que la peor opción
era la que tenía la mayor probabilidad de ganar, pero tenía la esperanza que el
Liverpool de esas elecciones hiciera algo fuera de lo normal y rompiera lo que
parecía ser una victoria cantada de los cantos de sirena de la izquierda y la
maquinaria de la derecha. Evidentemente no pasó, pegó el tiro en el palo, por
un poquito la ola verde pasa a segunda vuelta (dejando tal vez un panorama más
esperanzador para los tibios como yo) y tendremos que ver una segunda vuelta
entre dos de los candidatos más peligrosos para gobernar nuestra finca
tercermundista.
No hubo
sorpresas. Esta vez las encuestas no mintieron. Nuestro pequeño cerdo
capitalista criollo se alzó con la victoria, a pesar de que grandes seguidores
de su candidatura como el jocoso e irreverente Popeye (o será Pop Peye?) no
tuvieron oportunidad de votar gracias a sus líos con la ley. Un candidato del
que no sabíamos nada hasta hace 6 meses cuando se ganó la rifa del Centro
Democrático para postularse como "El que dijo el presidente Uribe",
más allá de que apoyaba de manera categórica los intereses de quienes lo
pusieron en el congreso. Tocó maquillarlo, bañarlo para quitarle el lodo,
ponerle canas y hacer todo el marketing político de rigor para ponerlo a
puntear. Un trabajo publicitario impecable hicieron que ganara la primera vuelta
sin despeinarse, a pesar de que esta semana su mentor y promotor seguía
saliendo salpicado en noticias internacionales, en donde se menciona la
preocupación por la cercanía de este señor con familias dedicadas al
narcotráfico en los 90 (seguramente algo tan coincidencial como la caída de
Ramos sobre Salah).
Y quien
era la mejor opción para acompañarlo en la segunda vuelta? Por supuesto, ese
demonio castrochavista hecho carne en la cálida Córdoba. Lord Petroski, brillante senador, mal Alcalde, logró vender sus propuestas de humo a sus
seguidores y ubicarse ahí donde lo quería el mismísimo Alvaro (si uno es mal
pensado, claro está). Le bastaron promesas futuristas de educación gratuita,
energías limpias (que contrastan con el mugrero que dejó en Bogotá con su SITP
y su revolución en la basura) y paneles solares en los taxis para cautivar sus
votos. Es inquietante su cercanía con Chavez en su momento y su largo silencio
con relación a la situación venezolana durante el periodo de Maduro. Tiene
aires mesiánicos como el líder de su partido rival, y no ve más verdad y más
razón que la que pueda salir de su cicatrizada calva.
A Fajardo
no le alcanzó. Y es entendible. Él, como Mockus, se vendieron como profesores,
como personas pacifistas, que creen que el cambio viene educando y no
reprimiendo, perdonando y no matando. Eso en mi país no vende, no señor. Cómo venderlo si desde pequeños odiamos a los profesores, con todas sus tareas y sus
enseñanzas que poco o nada sirven en la vida. Nuestro país, tan acostumbrado a
los resultados rápidos no ven con buenos ojos que haya un proceso natural de
aprender para ganar, de trabajar para crecer. Acá hay que hacer plata rápido,
sin esfuerzo, ascender a los 6 meses sin demostrar mayor cosa o aprovechar el
hueco de la ley para hacernos ricos. Creo que no veré que en mi país dejen
subir a un tipo con discursos basados en
la educación y el perdón como
Mockus hace 8 años, y si, Fajardo en esta elección. Cómo venderle eso a
un país que tiene 78900 seguidores a la cuenta de un ex sicario en Twitter,
quien amenaza abiertamente a quienes no concuerdan con sus ideales políticos
(léase Duque)? O a aquellos que ven pasar campante a JJ Rendón en una cómoda
silla de Miami confesándole a Jaime Baily que invierte recursos de su bolsillo
en la campaña de Duque, según el desinteresadamente y que aun así votaron por el que dijo Uribe?. Cómo convencer a los votantes que un cambio del giro económico de un país no se hace
de la noche a la mañana (así nos pese)? Que el socialismo fracasó en la mayoría
de países donde se intentó implementar? Cómo explicarle a estos seguidores
fanáticos de la Colombia Humana, que la única ciudad que experimentó lo que es
tener a lord Petroski gobernando, decidió votar por Fajardo?
Todo
parece indicar que vamos a seguir por la línea de la derecha. Petro era el
mejor rival posible para el uribismo, todo le salió a pedir de boca. Queda la
segunda vuelta, pero da igual, cualquiera que quede garantizan un nuevo
cuatrenio de la marmota. O sigue robando la partida de rateros de
siempre, o cambia de manos para dejarla
a cargo de un vendedor de promesas irrealizables, muy similares a las de
Trump o a las del difunto Chavez por lo
absurdo de las mismas. O nos hundimos con Duque, o nos hundimos con Petro, acá
el tema es de estilo. Es como si nos dieran alguna opción de cómo recibir la
ejecución: con cianuro, gas carbónico, fusilamiento, horca, inyección letal o
Silla eléctrica. Ustedes escojan, serán cuatro (8 o 16 ) más años de lo mismo.
Preparémonos,
un nuevo cuatrenio de la marmota se acerca…